domingo, 29 de junio de 2008

silvia gurfein


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El sábado 28 de junio nos visitó Silvia Gurfein.

Conocía mínimamente su obra, así que decidí investigar su sitio web y comencé a leer muchos de sus textos. Imaginé una chica de treinta años, no más, a partir de lo que fui leyendo. Palabras que se repiten y entonces subrayan una búsqueda, una reflexión sobre el propio trabajo y la forma de mirar, de asimilar, de querer decir.

Silvia nos hizo una especie de retrospectiva de su vida – no de su trabajo, a decir verdad. Comienzos en los ’80, en el under porteño, como actriz, como asistente, junto a gente como Vivi Tellas, por ejemplo. Acercamientos musicales de la mano de Rosario Blefari, ciclos experimentales de videos en el Rojas.

Después de una fiebre, nos cuenta-y no hace tanto- ella decide que quiere pintar.

De forma autodidacta se dedica a una “interpretación de la pintura”: como forma y como símbolo. Resignificando obras de “los maestros” –no siempre “los favoritos”, y no “traduciendo”, como nos aclarará después- se acerca a la historia de la pintura y a la vez se mete en ese entramado al ofrecernos su –de ella- verdadera lectura: como una obra va encerrando otra obra, como esos secretos que contienen pueden abrirse y dar paso a otra obra. (“el vínculo de/con la imagen proyectado en otras personas”) “interpretando” los colores (los espectros de la luz contienen información), los acomoda de manera rítmica, generando una “armonía” (yo pensaba en tres cosas: una biblioteca –viendo el lomo de los libros- , un pentagrama de color, escritura).

Silvia habla de ella misma como obra (o “artista sin obra”), como si todo el camino recorrido fuese un camino hasta encontrar “con qué puedo decir lo que debo decir”.

Siempre interesada en esas zonas de “transición” (y poniéndose a ella misma siempre en transición) fue armando su propio camino de interpretaciones y de preguntas, pero abordadas desde las propias convicciones y generando a cada una de sus certezas un marco de duda: una matemática intuitiva que le permite comprobar un resultado que ella ya conoce de antemano, pero que siente tener que justificar, y a su vez un hilo que va uniendo sus trabajos y la van guiando en una nueva búsqueda.

Todos sus trabajos parecen estar en ese borde que ella precisa, como si estuviesen en el punto de empezar a ser o de dejar de ser, pero coexistiendo en la génesis o en el fin.

(y quizás lo “críptico” que ella dirá más adelante que la inquieta se encuentre en ese borde mismo, en esa intersección de lo que aparece y se oculta, que es y ya no, que se mueve como espectro y es indecible, una atemporalidad propia de dos tiempos de existencia simultáneos).

El trabajo sobre el color, el desenfoque gradual de distintas secciones nos hace pensar en píxeles, y aquí una vez más otro borde: la mano del artista genera un resultado en apariencia “digital”. Porque ya empezamos a pensar en digital.

(“hay cierto matiz en las gamas de colores que me remite a un “desenfoque”, que me hace dudar de lo que veo, si lo que estoy viendo no “oculta” alguna otra cosa, como en las fotos que mostró anteriormente, el fuera de foco que nos hace “querer enfocar para ver”, apunté)

Pero la velocidad de la producción pictórica no se lleva con la velocidad de la mente “moderna”. El óleo es su refugio mental.

Como lo son también las palabras. Hay palabras que crean sedimento, “palabras escultura” dice Silvia, palabras con una sonoridad capaz de anular a todas las otras palabras que habitan nuestra mente, palabras que no son intercambiables con otras.

“la cantidad de imágenes que hay en el mundo nos hace tener que pensar con mucho cuidado que imagen queremos agregar”. Hago mía esta inquietud, que lo es desde siempre, que es la que me hace partir la búsqueda del por qué de determinadas imágenes, que a mí me asusta y me invita a recortar lo que veo para mostrarlo infinito por un lado y realmente “inaprensible” por otros. Para demostrar que no todo es registrable, realmente.

“Nuestra percepción funciona como un gran cono”. Incorporamos incorporamos, hasta decantar en una forma para nosotros desconocida, pero que nos es tan propia que no sabemos por qué aparece allí, que nos emociona porque quizás contiene nuestro propio secreto. Pero ni nosotros lo desciframos. Como tener una palabra en la punta de la lengua: está allí a punto de manifestarse, hasta que por fin desapareció.

1 comentario:

silvia gurfein dijo...

hola sibila!
por extrañas razones recién hoy leo este texto. me gustó mucho el modo en que fuiste siguiendo y acotando mi presentación. gracias!!
beso
silvia
silviagurfein@hotmail.com