lunes, 7 de julio de 2008

brigid y mara











Por estos días de julio llegó Brigid Mcauliffe, la nueva residente, viene desde Denver (USA). Presentó sus trabajos, que incluyen fotografías, video, música –tiene su propia banda, donde tocan “música
contemporánea con instrumentos antiguos”, según describió ella misma.

Nos contaba que trabaja con espacios en demolición y reconstrucción, espacios que están dejando de ser lo que eran para convertirse en una “otra cosa”, en eso que subyace, lo que se arrastra como historia. Esto es evidente en el trabajo con estos edificios –o parques- como en las personas: de hecho, el trabajo en conjunto con su amiga Riji pone en evidencia como las personas se transforman a partir de una identidad para de a poco ir “tomando otra”. No quiero decir aquí dejando de ser ella misma, sino siendo a partir de una construcción posterior, pero conservando sus “estructuras” (o raíces). Sobre todo en este trabajo, donde se ve la caracterización de Riji en los miembros de su familia que ella no conoce, como se puede “volver a construir” sobre uno mismo, y para el caso, reconstruir sobre una estructura que bien podrían ser estas mismas fábricas que nos mostraba primero. Son siempre los cuerpos –orgánicos o no- los que cuentan la historia, por más ocultas o destruidas que se encuentren. Y siempre un relato funciona como “recuperador” de lo que “el cuerpo ya no puede contar”.


Su propuesta acá en Rosario es trabajar con la música, como portadora de identidad cultural y constructora de memoria.

De Córdoba vinieron Mara Paz y Beto Diaz, que frecuentan este año el taller de Lectura de Obra que organizan Juan y Lucas, los primeros invitados de este año.

Mara nos presentó primero un video, que en realidad es una suerte de “animación en pintura”, un relato que se cuenta a partir del recorrido de una obra, una canción infantil que acompaña el pasaje por los verdes, los amarillos, los dibujos casi infantiles que van apareciendo a la par.


Su trabajo más reciente son unas fotografías que tomó a su mamá y a su abuela, en el momento íntimo de una ducha. Viradas al amarillo por efecto del vapor y de los azulejos del baño, las fotos remiten a otra época, pero a su vez, el pelo mojado, por ejemplo, denota un momento “de diversión y de distensión” impensables años atrás. El efecto es maravilloso. Madre y abuela exultantes de sensualidad, en ese apenas que se distinguen por entre la bruma, que sugiere y oculta, que las quita de ese contexto maternal pero sin ser grosero, como hermanando una idea de mujer que se permite mostrarse, sentirse segura –la mamá de mara está disfrutando en todo momento la acción. Esta serie de fotos está también acompañada de unos videos sin sonido, como un backstage de esa serie, muy cortitos. La familia es el complemento de la obra de Mara, es excusa y es tema. Videos de sus hijos, audio de ellos en una sobremesa, madre y abuela, un todo que la contiene y que ella comparte como su refugio, como su dador de significado.

hernán camoletto

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Hernán desplegó sus trabajos por paredes y piso. Dibujos de plantas a lápiz en hojas cuadriculadas, dibujos con fibrón, vidrios pintados, fotos, una estructura hecha con mosaicos negros siguiendo un recorrido similar al de las hojas cuadriculadas. Él nos habla de las demoliciones, de las re-construcciones, de esos intersticios que se producen en los antes-después inmediatos, donde permanece la ruina que es un esqueleto de lo que fue, y un posible “lo que será”. Esto es lo que subyace, ese esqueleto quizás, pero no lo que se ve. Los espacios en conflicto que plantea hernán son en realidad – creo – el espacio en conflicto que se genera en la interacción de todos los trabajos en su conjunto: un gran espacio “conflictuado” que pero puede leerse como mapa hacia otra cosa. La insistencia de los colores (azul-negro-blanco) generan una irrealidad que a veces resulta incómoda, pero para bien. Me refiero a una incomodidad que me lleva a pensar el “por qué se asocian o se disocian las imágenes que tengo ante mí”. Pero esta incomodidad que planteo asfixia la obra.

Hay muchas sugerencias sobre el uso de los materiales, sobre los por qués. Dudas y preguntas. Recuerdo la presentación del año pasado donde toda esta angustia o sensación de desmoronamiento estaba dada desde el clima de las imágenes –sin importar tanto el soporte- pero fundamentalmente por la escala. Le sugiero a Hernán esta cuestión del tamaño, de la escala. Donde nuestra diminutez sea parte de la obra, donde esos espacios latentes no sean “tan manejables” por nuestra vista, al menos no inmediatamente.

En las fotos, en cambio, sucede lo contrario. El acercamiento nos pone en gigantes y entonces sí funciona. Es nuestra “posibilidad” de hacer pie en ellas la que le otorga el sentido, la que nos saca del derrumbe, la que nos permite hacer pie.

“Si se puede explicar todo explicamelo, no hagas obra”, dijo Silvia Gurfein.

“Si es perfecto sobran las palabras”, dijo Hernán hace un tiempo.